La época de exámenes es uno de los periodos más delicados para los estudiantes. Bueno, va, es el único periodo delicado para los estudiantes. Pero se pasa mal, os lo aseguro.
La época de exámenes es el último rastro de la inquisición que permanece en nuestros días, convertida en una discreta pero efectiva tortura psicológica. Cuando estás de exámenes, la gente no lo entiende. Siguen con sus vidas, pasean por la calle, son felices. Y te restriegan toda esa felicidad, todo ese tiempo libre.
Y es que cuando estás de exámenes no tienes tiempo libre. Cuando estudias, te aburres; y cuando haces otra cosa que no es estudiar no lo disfrutas porque no paras de pensar que deberías estar releyendo los temas. Te obsesionas y te sientes culpable.
Los seres humanos estudiantes hemos desarrollado algunas tácticas para evitar este sentimiento de culpa. Una de ellas es el estudio por ósmosis. Básicamente trata de que en el mes que duran los exámenes, paseamos los apuntes de un lado a otro. Nuestros libros ven más mundo que los corresponsales de TVE. Si sales a comprar el pan, te llevas los apuntes. Si vas al centro a por una camiseta, te llevas los apuntes. Si vas a fotocopiar apuntes… bueno, la idea se entiende. Todos pensamos “bueno, yo me los llevo y ya voy repasando por el camino”. Pero es mentira. En toda la historia de la educación mundial, jamás nadie ha repasado por el camino.
Y siempre llega el momento de pánico: pocos días antes del examen, miras lo que te has estudiado y piensas: “Santo cielo, no me sé nada. Si es que ya me vale, tendría que haber empezado a estudiar antes. Si cada día me mirase los temas un poquillo, ahora apenas tendría nada que hacer. El próximo cuatrimestre lo hago sin falta, voy a estudiar desde el primer día”. Y esta es la segunda mentira de la época de exámenes.
Y es que cuando tienes que estudiar, descubres lo interesante que es todo. Tu habitación se vuelve fascinante, te entran ganas de hacer la cama, de ordenar papeles, de leer los libros que te regalaron el año pasado y miraste con cara de asco. Todo es divertidísimo de repente, hasta los clips, o despeinarte y mirarte al espejo. Se te ocurren montones de buenas ideas que harías si no tuvieses que estudiar.
Lo curioso es que llegan los exámenes, los haces y después no tienes ganas de nada de eso. Cansancio psicológico, supongo.
VIA | gambutzi
2 comentarios:
Ais, qué dura es la vida de los estudiantes... Y lo peor es que al final, casi todos somos iguales...
Yo, o voy a la biblio o no hago nada en casa, siempre encuentro algo que hacer y pienso, bah, luego estudio xD
En fin... Que suerte en los exam :)
Y estudiaaaaaaa!!
Hola jcj,
siempre odié los exámenes por todo lo que implica de presión, de injusticia, de competitividad, de frialdad...pero con los años trabajando me di cuenta que eso es lo que probablemente más te prepare de la carrera para la vida posterior.
Cada vez que te ponde delante de un cliente, es un exámen. Cada vez que presentas una campaña, es un exámen. Y lo malo es que en este caso, no suele haber posibilidad de recuperación o repetición del curso.
Aunque la diferencia fundamental es que en el trabajo diario sí que existe eso de la "evaluación contínua" y el cliente-profesor puede valorar todo lo que haces o dices, no las respuestas a diez preguntas. Sin contar con que en un examen sólo hay diez respuestas posibles y en publicidad, cada alumno-publicitario puede inventarse una solución distinta.
Si me permites un mini consejo, completa todo lo posible los estudios con trabajos paralelos. Preferentemente del sector, pero no deseches otras opciones desde comercial a logística, pues en marketing esa experiencia será decisiva, y cuando vemos un CV nos fijamos mucho más en eso que el los títulos.
Un saludo y gracias por tus twitts.
J.
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